CITA ÍNTEGRA DE: WEB EFECTO COCUYO
Aunque la luz se apagó a eso de las siete de la
noche, docenas de mujeres continúan ofreciéndose en las calles
del casco Central de Santa Elena de Uairén. Es la noche del 26 de
mayo, la restricción eléctrica está prevista hasta las diez.
Oficialmente, en virtud de la crisis eléctrica por la que atraviesa el país, incluso los habitantes de las cuencas media y alta del Caroní, el río cuyas aguas alimentan los complejos hidroeléctricos de Ciudad Guayana, deben ahorrar energía a diario.
Oficialmente, en virtud de la crisis eléctrica por la que atraviesa el país, incluso los habitantes de las cuencas media y alta del Caroní, el río cuyas aguas alimentan los complejos hidroeléctricos de Ciudad Guayana, deben ahorrar energía a diario.
Oficialmente, en virtud de la crisis
eléctrica por la que atraviesa el país, incluso los habitantes de
las cuencas media y alta del Caroní, el río cuyas aguas alimentan
los complejos hidroeléctricos de Ciudad Guayana, deben ahorrar
energía a diario.
El cabello de una mujer, de alrededor de treinta
años, brilla en Las Cuatro Esquinas; sus uñas, su camiseta, su cinturón, sus
mini shorts, sus botines de tacón. Todo brilla.
Santa Elena es la última ciudad venezolana hacia
el sureste remoto de Venezuela de cara
al Brasil, la caótica capital del majestuoso municipio Gran
Sabana. El infiernillo incrustado en el edén. Las Cuatro Esquinas es
el cruce de calles a partir del cual se extendió la zona comercial de esta
modesta urbe fundada a finales de los treinta. La Gran Sabana es
la tierra del pueblo indígena pemón, un paraíso de selvas, de
tepui, de saltos de agua, de infinitos morichales, de ríos ocre cristal.
Esta noche, la mayoría ofrece sus servicios en
el bulevar de la Bolívar, en las cercanías del Hotel Panzarelli y del Bar
Santa Elena; en penumbras, dos indígenas negocian con sus clientes en el cruce
de la Bolívar con Zea, contra la ciclón del vivero; en parejas, cuatro de las
foráneas deambulan por la Ikabarú, frente a la sede de la Alcaldía; los bancos
de concreto de la Roscio con Urdaneta permanecen desocupados. En los sitios de
tradición –el Prada Granate y el Porto Bello– la
noche es larga. En cada uno, cerca de veinte mujeres venden su sexo.
Santa Elena es, por lo general, el destino final de
las mujeres que migran a través deGuasipati, El Callao, Tumeremo, El
Dorado, Las Claritas, el Kilómetro 88.
En donde hay bulla, surgimientos repentinos y
prometedores de oro y diamante, se detienen a
trabajar. Sólo las más arriesgadas avanzan hacia los yacimientos más
recónditos, hacia Ikabarú e inclusive hacia Guyana.
Son mujeres de todas las edades, la mayoría
procedentes de las ciudades del centro, centro occidente y sur urbano del
país, profesionales, estudiantes, muchachas sin
oficio ni profesión definidos y amas de casa, madres, abuelas.
La prostitución en el sur de
Venezuela es tan antigua como la minería, pero, en la medida en que las minas
devoran las selvas, sabanas y ríos y la crisis del país se
transforma en undrama, aumenta también el número de mujeres
ofreciendo sus cuerpos a cambio dedinero, de una grama
de oro, de un diamantito.
La mayoría jura que se prostituye por
necesidad, pero hay quienes aseguran que a muchas
las mueve la vanidad. La diáspora se disparó a principios de 2015. Entonces,
una chica cobraba alrededor de cinco mil bolívares (cinco
dólares) por media hora de placer. Ahora, en mayo de
2016, el servicio básico cuesta entre diez mil y quince mil bolívares o
como dicen las más jóvenes “quince barras“.
Daniela -este es su nombre desde que comenzó a
prostituirse- es de Ciudad Bolívar, la capital de la entidad. Es
madre de siete. Tiene 46.
Antes de llegar aquí, ya yo
estaba prostituyéndome. Llegué a Porto Bello en 2012. Venía de Guyana.
Sola. Siempre ando sola. En este mundo no hay amigas. Digo que somos caimanes
del mismo charco. Conocí a la encargada de este negocio y ella me veía muy
triste. Salí de Guyana golpeada. Cuatro militares me violaron.
Yo no fumo, yo no bebo, yo no
consumo, yo no nada, solamente vendo mi cuerpo.
Soy peluquera, manicurista,
técnico en Construcción Civil, programadora, mi familia trabaja con mis títulos
y mira quién soy yo (…) Con esto logré mi casa.
Las mujeres adultas que
trabajan en esto tienen problemas. Ahora, las jóvenes lo hacen por vanidad, por
cirugías, por un teléfono grande, por zapatos. Hay unas que estudian y vienen
en vacaciones (…) Pero sí, ahorita hay más necesidad que en otros
tiempos. En el Kilómetro 88 hay un negocio con cincuenta, cien
mujeres.
Estoy parando más que todo es por mi
nieta. Me quiero ir a Ciudad Bolívar (…) Ahora, estoy trabajando sólo con
amigos. Me pagan 30, 40 mil. La plata está en el banco y con lo que
me queda voy a comprar comida, pañales para llevar.
Es fuerte, uno no sabe el
peligro que puede correr. Todos los días le pido perdón a Dios por todo lo
que estoy haciendo, pero llega el momento en que eso pasa. Me dio paludismo(malaria)
en Guyana y me repitió en diciembre pasado (…) Casi me muero. Yo me negaba a ir
al médico porque pensaba que tenía SIDA.
Al que quiere saber mi apellido yo le
digo caramba ¿Quién eres tú? ¿PTJ?. En Guayana recibí diamante,
oro, reais, dólares guyaneses, dólares americanos.
En este hotel pago cinco mil bolívares
diarios, trabaje o no. Aquí está una muchacha que atiende seis en una
noche (…) Esa doñita atiende sus clientes. Aquí se han
visto muchachas de familia, profesionales: bomberas, ingenieras, médicas, estudiantes.
Se van para las minas,donde no las conozcan.
Antes la mayoría eran brasileras, en
ese Porto Bello eran puras brasileras, por donde quiera eran brasileras. Ahora
es que tiene este problema Venezuela y ahora son venezolanas que,
de paso, ya han invadido Brasil.
En octubre pasado (2015) corrió la noticia
de otra chica de Santa Elena de Uairén que ingresó a las minas
de Guyana para trabajar y terminó en la terapia
intensiva de un hospital guyanés tras la golpiza que le
propinaron varias mujeres.
Un vecino del Night Porto Bello nos
comentó que el propietario del local le dijo, a finales de 2015, “tengo 20
mujeres ahí”, un número superior al de otros tiempos, pero para él lo más
sorprendente era que se trataba de venezolanas, algo inédito, pues
en otras épocas trabajaba especialmente con brasileras.
Al parecer, las chicas de Puerto Ordaz,
de Maturín e incluso de otras ciudades del centro y occidente
preferían venir a Santa Elena pues aquí por 20 minutos podían
cobrar –entonces- hasta 6.000 bolívares mientras que en sus
lugares de origen apenas Bs. 1.600. La fuente comentó que en Villa
Pacaraima existe una casa que funciona como prostíbuloen
donde hay venezolanas. Hacen 15 a 2 mil por noche.
A mediados de diciembre de 2015, la funcionaria de
guardia en Centro de Coordinación Gran Sabana de la Policía
del Estado Bolívar exclamó “yo estoy alarmada“, con
respecto a la cantidad de mujeres que llegan para prostituirse.
“Ellas empezaron a llegar desde el mes de febrero (2015), por
los sueldos, por la escasez de comida, porque todo
estaba más caro (…) Dicen que el dinero que cobraban no sustentaba la
comida y no les alcanzaba ni para vestir a sus hijos“.
Algunas precisaban que devengaban salarios por el
orden de los Bs. 8.000 mensuales y en 15 días en la frontera lograban
reunir Bs. 60.000.
Al llegar, ellas deben pasar por el Hospital “Rosario
Vera Zurita“, para obtener sucertificado de salud y luego por Coordinación
Policial, mostrar sus exámenes y registrarse “por si cometen o se ven
involucradas en algún hecho punible“.
En el registro debe constar su nombre, cédula de
identidad, edad, sexo -pues las hay transexuales-, procedencia,
nivel de instrucción y lugar en donde se hospedan.
La funcionaria dijo que ese organismo no ha
totalizado cuántas son, pero comentó quesus edades oscilan entre los 28 y
los 36 años y todas son venezolanas.
En cuanto a las profesiones, dicen ser
enfermeras, ingenieras, maestras, administradoras,abogadas;
proceden de Caracas, Valencia, Barquisimeto.
En esa fecha, a finales de 2015, una de las
responsables de la Unidad de Enfermedades de Transmisión Sexual del Hospital
“Rosario Vera Zurita” nos dijo que no se sabía cuántas eran, pero si
comentó que diariamente recibían de cinco a seis “meretrices”. Así
es como las llaman en este centro de atención sanitario.
Los certificados son válidos por seis meses en
todo el país. Sin embargo, dado el patrullaje de la PEB, ellas sacan su
documento al llegar. “No las dejan trabajar sino es con el certificado de la
zona, aunque es válido en cualquier parte”.
Sus edades oscilan entre los 19
y los 53 años, “antier vino una de 51”. Si
tienen una enfermedad de transmisión sexual no pueden trabajar, pero en el
tiempo que ella lleva allí (un año) no se habrían encontrado enfermedades.
La mayoría le cuenta que llegan para trabajar en Porto
Bello y algunas de forma independiente, alquilan una habitación en un
hotel y ubican a sus clientes en la calle, por medio de tarjetas de
presentación o en bares y discotecas.
Sólo algunas se aventuran hasta Ikabarú. “Donde
haya bulla minera, ellas van. Ellas vienen bajando desde Guasipati, El
Callao, Tumeremo, Las Claritas y donde
puedan trabajar, trabajan“.
Son de Maracaibo, Maracay, Valencia, Miranda, Táchira.
Alguna vez, atendió a unadominicana, a una brasilera y
a una cubana, pero a ninguna indígena, “son criollas todas y
no son de la zona, vienen de afuera (…) Ellas duran tres meses aquí y
después se van. Pero ha habido un crecimiento bastante grande de la
actividad (…) Por noche cada una recibe de cinco a seis clientes.
Las que entran a las zonas mineras, cobran en gramas de oro”.
Mercedes Castro, segunda capitana de la comunidad
de Kawi, visitó la mina de San Miguel de Caracol en
2015. Entonces, relató que de carpa en carpa y de barraca en barracavagaba
una chica a quienes los mineros, indígenas y criollos, llamaban “una
grama” porque ofrecía su cuerpo a cambio de un gramo de oro.
La muchacha, una indígena pemón,
aparentemente estaba infectada con el Virus de Inmuno Deficiencia Humana (VIH);
lo habría contraído en su paso en la mina conocida como Apanao, en
el municipio Sifontes.
Zaida Almeida, vice presidenta del Concejo
Municipal de Gran Sabana y maestra deIkabarú durante
décadas, dijo que en esa parroquia “siempre las hubo, pero no como ahora (…) De
13, de 14, de 15 años“.
Relató que, recientemente, el sargento de
la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) que está asignado al
sitio pidió a las menores de edad los números de teléfono de sus madres.
“Eso y que chillaban y las llamó para que las buscaran“. Las
madres se sorprendieron al saber en dónde y en qué andaban sus muchachas.
Los concejales, dijo Almeida, han tratado el tema
“pero cuando se cierra una puerta se abren 1000”. En Ikabarú, segunda parroquia
del municipio Gran Sabana, se calcula, según Almeida, que 80% de la
población se dedica a la minería.
El día tres de noviembre de 2015 se produjo el
cierre del Hotel Panzarelli ubicado en la calle Bolívar de
Santa Elena de Uairén.
La oficial de guardia de la PEB contó
que la clausura se produjo porque el establecimiento funciona como casa
de citas cuando su patente sólo lo cataloga como hospedaje sin ninguna
otra función.
Las mujeres que ahí se albergaban en ese momento
cobraban Bs. 5.000 por cada servicio.Al dueño del hotel le pagaban por
residencia y adicionalmente, por el uso de la habitación que
alquilaban al momento de recibir un cliente.
La encargada de una tienda cercana contó que 15
días antes, se fue un grupo de mujeres e inmediatamente llegó un nuevo grupo de
muchachas.
Al ser desalojadas, las mujeres, rodeadas de
maletas de rueditas, almohadas y cojines de muñequitos infantiles, se sentaron
en los banquitos del bulevar de la calle Bolívar, justo frente al Bar
Santa Elena. Estaban esperando que las buscaran porque ya tenían un
lugar a donde ir para continuar trabajando.
Una de ellas dijo que las habían desalojado porque,
al parecer, en el grupo había una mujer que había faltado a su régimen
de presentación.
Verónica Prada, recepcionista de un hotel, relató
que la mayoría dice que “la situación allá afuera está caótica y aquí pueden
trabajar y llevar alimentos”. En la zona la escasez es mínima y la
especulación máxima.
Ellas nos reveló que, aunque no admiten menores de
edad, 50% de las tocan a su puerta son chicas entre 17 a 20 años,
ejerciendo su primer oficio. Sus clientes habituales son los mineros y
hombres indígenas sean mineros o agricultores de los que vienen a Santa Elena
para vender en el Mercado Municipal los viernes.
Para ella, la diferencia entre estas mujeres y las
que llegaban al hotel hace ocho años, cuando ella comenzó en el empleo, radica
básicamente en el uso de drogas: cocaína,marihuana y
en las secuelas de ese consumo.
Valdirene Santos publicó un post a finales de año
el blog de la Fundación Mujeres del Agua. En su nota relataba: “El
día cuatro de diciembre, en la población de El Paují, estaba yo
sentada en mi bodega, cuando vi una camioneta pickup llegar; estaba llena de
mujeres jóvenes y no tan jóvenes, ellas se bajaron a comprar útiles
personales, se veía que eranprostitutas, lo cual nos confirmó el chofer
diciéndonos que las llevaba a trabajar para las minas de Perro Loco“,
una de las zonas auríferas de tradición de la parroquia
Ikabarú.
Lisbeth Castro, taxista, nos dijo que vienen
espontáneamente por los reales, la minería y muchas, las más jóvenes, para
operarse los senos o los glúteos o para pagar la intervención
o el tratamiento de un familiar con un enfermedad grave.
“Son muy lindas, son muchachas jóvenes que
en sus lugares de origen pasan desapercibidas y que aquí se maquillan mucho. En
otro momento, aquí había otro tipo de prostitución, las llamadas mujeres
de la mala vida, pero hoy en día son jóvenes, muy jóvenes, que
pasan por ser iguales a otras muchachas”.
Itewarhi Scott, taxista, nos contó que el
año pasado lo detuvieron en la calle un grupo de cuatro jóvenes
brasileros. Inicialmente, le pidieron que los llevara a su posada en laUrbanización
Akurimá, pues al día siguiente subirían al Roraima. Pero,
cuando iban por la Avenida Perimetral, le dieron 20 reales y
exigieron que los dejara en el Night Club Porto Bello “para ir
más livianos de carga, aquí es muy barato“. A la fecha, el real
brasilero se cambia en 280 bolívares.
Un visitante habitual del Skondidinho,
un bar de la localidad de Pacaraima, nos contó que allí captan a
sus clientes alrededor de 10 mujeres, más seis en otro local cercano. Entre
ellas las hay brasileras y cada vez más venezolanas.
Es un tema muy comentado por las personas de
Pacaraima y Boa Vista, en donde nunca antes se vieron
tantas mujeres venezolanas ofreciendo sus servicios sexuales. Las
diferencian por el idioma, claro, y porque son muy arregladas y limpias.
La mayoría tienede 20 a 25 años y en promedio, cobran 70
reales.
En la Casa de la Mujer Migrante de Villa
Pacaraima reanudaron sus actividades recientemente. Las funcionarias
comentaron que no han tratado el tema formalmente, pero tienen conocimiento de
que “son bastantes” las mujeres venezolanas que estántrabajando como
prostitutas tanto en Pacaraima como en Iramutá,
confluencia deVenezuela, Brasil y Guyana.
Entre el personal del centro existe el temor de
que, por su condición de ilegales, estas mujeres sean
abusadas tanto por quienes las contratan como por sus proxenetas y que
además, estén trabajando sin el debido seguimiento sanitario.
Según el portal G1, en julio de 2015 la Policía
Federal detuvo a 16 venezolanas que se encontraban ejerciendo como
prostitutas en un sitio ubicado en el barrio Caimbé, en la zona
oeste de Boa Vista, a 230 kilómetros de la frontera.
La comisaria Denisse Días explicó que, de
acuerdo con las leyes de migración, fueron exhortadas a dejar el
país en ocho días o de lo contrario serían deportadas.
Según la reseña, ante la crisis venezolana,
estas mujeres son captadas en la frontera por brasileros, dueños de
burdeles. Por cada servicio, cobran alrededor de 30 dólares. Un
quinto de ese monto queda en manos del comerciante.
En las comunidades indígenas pemón, en
donde se dedican a la minería, también hay prostitución. Liza
Henrito, funcionaria de Salud Indígena, comentó que las autoridades
comunales tratan de controlar la situación imponiendo normas.
Si la mujer es casada se le expulsa
de la comunidad, al igual que al hombre que paga por sus servicios. Las solteras practican la prostitución
tratando de que nadie se percate y, por eso, bajo amenaza, sus
clientes se van sin pagar.
En Kaurapí la capitanía quemó
varios burdeles, luego de sacar de ellos a 26 prostitutasentre
extranjeras y venezolanas. “Están haciendo una limpieza“, dijo.
Al retornar la luz, las dos indígenas de la Zea con
Bolívar ya no están. Seguramente acordaron con sus clientes, mientras la rubia
de las Cuatro Esquinas continúa escuchandopiropos y ofertas.
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